En Historia de España, se conoce como la Restauración borbónica a la
etapa política desarrollada bajo sistema monárquico que se extendió entre finales de 1874 (momento del pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos que dio fin al periodo de la Primera República Española) y el 14 de abril de 1931 (fecha de proclamación de la Segunda República). El nombre alude a la recuperación del
trono por parte de un miembro de la Casa de Borbón, Alfonso XII, después del
paréntesis del Sexenio Democrático.
Rey Alfonso XII
Tras la
pérdida de las colonias, en España se producen movimientos que tratan de
superar una crisis que es también de identidad. Surge lo que se ha denominado regeneracionismo, esto es, un proceso a través del cual poder
superar los modos y políticas del pasado para encontrar un camino nuevo en
todos los órdenes.
Sin
embargo la realidad es que el pueblo está sumido en un caos de ignorancia y empobrecimiento cultural, que percibe las
palabras, recomendaciones e incluso amenazas de curanderos, meigas y falsos patriarcas como dogmas de fé. También
se acepta con resignación los mandatos y exigencias del cacique. Se trata de una
sociedad que desconoce y olvida valores: honestidad, lealtad…para sobrellevar
mejor la miseria en la que está inmersa.
En su escena décimosegunda, el portavoz de Valle-Inclán, Max Estrella, hace las famosas afirmaciones de que "España es una deformación grotesca de la civilización europea" y que por lo tanto "el sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada".
Esta visión deformadora y degradante se logra en parte, como ya hemos dicho, privando a los personajes de cualquier dimensión de profundidad, comparándoles a animales, muñecos y fantoches, sorprendiéndoles y a menudo inmovilizándoles en posturas grotescas, negándose a admitir que pretendenn decir o hacer algo diferente de lo que de ellos oímos y vemos.
En Divinas palabras, Valle-Inclán hace una crítica de la realidad contemporánea, que procura degradar ya sea por un burtal tremendismo, ya insistiendo en los rasgos más cruelmente ridículos, cuando no apelando a ambos recursos (las novelas).
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