jueves, 17 de mayo de 2012

CONTEXTUALIZACIÓN LITERARIA


A principios del siglo XX el teatro español continúa estancado en fórmulas decimonónicas,  ignorando la renovación emprendida en otros países europeos por directores y dramaturgos como Stanislavski, Gordon Craig, Antoine, Chejov o Pirandello. Sigue siendo un teatro destinado a la burguesía, ofrecido por compañías de grandes actores y actrices que complacen las exigencias de este público.

Las grandes tendencias del primer tercio del siglo son el teatro poético, el drama burgués, el social, las modalidades cómicas y el teatro de experimentación y vanguardia. De todas estas corrientes, la más importante para la evolución de la historia del teatro del siglo XX son los intentos innovadores de un grupo de dramaturgos. Por este camino, encontramos a grandes nombres de otros géneros literarios como Azorín o Miguel de Unamuno, pero los autores que consiguen excelentes resultados en este tipo de teatro son Valle- Inclán y Federico García Lorca, cuyas lecciones todavía están siendo asimiladas, y que representan las mejores obras del teatro contemporáneo español. Valle crea una nueva manera de hacer teatro y de ver la realidad, el esperpento. Es como una adaptación de las vanguardias, a la literatura. Para el autor la sociedad está deformada y la única manera de recuperar su forma original es reflejarla en un espejo cóncavo. Su finalidad es desenmascarar la realidad, mostrándola distorsionada para poder iniciar así una renovación que le devuelva la forma original. Como afirmó el propio autor en Luces de Bohemia, “el sentido trágico de la vida española sólo puede ofrecerse con una estética sistemáticamente deformada”. Esta técnica se empleó también en la trilogía Martes de Carnaval y tiene sus precedentes  en Quevedo y Francisco de Goya. En este estilo el autor mira el mundo desde un plano superior, y considera a los personajes de la trama como seres inferiores al autor, con un punto de ironía.


























Los personajes  tienen un trasfondo simbólico, a veces reflejado en la onomástica. En Divinas palabras, Pedro del Reino parece significar la Iglesia y la moral tradicional, que aparecen ridiculizadas en la actitud de obsesión autoritaria, de falsa cultura religiosa, del sacristán-fantoche, feo y enclenque en contraste con el impulso vital simbolizado en Mari-Gaila. Por otra parte, el papel que juega el Séptimo Miau, tiene muchos rasgos satánicos como lascivia, presunción, soberbia, envidia, avaricia etc. Actúa en su propio beneficio, y hace cualquier cosa por conseguir lo que se propone, aunque eso conlleve el sufrimiento ageno. Esta relación con la literatura satánica se establece claramente en las conversaciones con el sacristán, en concreto en el tema del “querer saber”-conocimiento del presente, pasado y del futuro-, que el demonio no pudo lograr, simbolizando en el ojo tapado de Séptimo y en los animales que le acompañan,  (como la cabra) amaestrados para adivinar el porvenir. Mari-Gaila se ve atraída por esta tentación, por el demonio, que la convierte en una mujer adúltera, que la obliga a pecar.









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